miércoles, 28 de diciembre de 2022

AMADO NERVO - México

  Biografía




Amado Nervo
Los mejores datos sobre los orígenes y formación cultural de Amado Nervo, se encuentran en dos de sus breves autobiografías escritas en España. Dice en una de ellas: "Nací en Tepic, pequeña ciudad de la costa del Pacífico, el 27 de agosto de 1870.

Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modíficó, encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo, y, esto que parecía seudónimo -así lo creyeron muchos en América-, y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de Nervo ancestral, o si me hubiera llamado Pérez y Pérez".

En su otra confesión autobiográfica, casi desconocida, dice más aún: "Soy descendiente de una vieja familia española que se estableció en San Blas a principios del siglo pasado. Hice mi instrucción primaria en las modestas escuelas de mi ciudad natal; muerto mi padre cuando yo tenía nueve años, mi madre me envió a un Colegio de Padres Romanos, al de Jacona, en Michoacán, que entonces gozaba de cierta fama. En este colegio y después en el seminario de Zamora, Michoacán, hice mis estudios preparatorios, empezando, naturalmente, por el latín. Quise seguir la carrera de abogado y estudié dos años, pero el quebrantamiento rápido de la herencia paterna me obligó a volver a Tepic a ponerme al frente de lo poco que nos quedaba y a trabajar para ayudar a mi familia, que era numerosa. Después, buscando mejor destino, marché a Mazatlán, donde escribí en el Correo de la Tarde 
mis primeros artículos. Más tarde me dirigí a la Capital (en 1894) y ahí con los esfuerzos y penalidades consiguientes, logré abrirme camino".

Con frecuencia se refieren sus biógrafos a estas penalidades, entre las que mencionan que tuvo que lucrar el pan de "estanquillero" y hasta de "tablajero" en el Rastro, y quizás a ello alude el mismo Nervo cuando asegura que el escritor "vive regularmente o de un empleo, o de algo más prosaico; a veces es tendero, a veces carnicero, a veces "coyote" y a veces, muy raras... negociante en grande". Mayores aún fueron sus penas morales, como la pérdida de su hermano Luis -comerciante ocasional y asimismo poeta-, quien, sin la fortaleza de Amado, desertó de la vida en plena lucha.

Años después consignará en sus Apuntes para un libro que no escribiré nunca, estas palabras: "Yo he visto el rayo verde, que trae ventura. Lo vimos en una playa mazatleca mi hermano y  yo, una tarde de julio. Mi hermano se suicidó y yo... etcétera".

Escribió en EL Mundo Ilustrado, El Nacional, El Mundo, EL Imparcial  y en las mejores revistas literarias. Fue copiosa su producción y variada: cuentos, semblanzas, artículos humorísticos, reseñas teatrales, crítica de libros, artículos dialogados, crónicas, etc. Y, además, muchos versos. Los que leyó ante el sepulcro de Manuel Gutiérrez Nájera, en el primer aniversario de su muerte, merecieron el aplauso unánime de los poetas y señalaron el punto de partida de su ascensión lírica.

Pero, en realidad, su nombre comenzó a difundirse en 1895 con la publicación de su primer libro, que no fue una colección poética, sino una novela corta: El Bachiller. "Por lo audaz e imprevisto de su forma -dice Nervo-, y especialmente de su desenlace, ocasionó en América tal escándalo, que me sirvió grandemente para que me conocieran". Juzgada a la distancia de los años, queda como una buena obra inicial que refleja mucho del ambiente zamorano y de sus propias vivencias de seminarista.

Místicas fue su primer libro de versos publicado (1898), si bien no el primero que escribió, pues tal prioridad corresponde a Perlas Negras -obra de adolescencia- que salió a luz en el mismo año. Místicas le situó desde luego entre los poetas jóvenes de más claro porvenir: allí aparecía diferente a los demás y sin competidores en la poesía religiosa, que en este libro sonaba de una manera insólita y refinada.

Después de El Bachiller publicó su atrayente narración fantasista titulada El Donador de Almas. Ambas novelitas, juntas con Pascual Aguilera -obra primeriza- formaron el volumen impreso en Barcelona con el título de Otras Vidas. En esta época comienza a manifestar sus conocimientos astronómicos en que fue iniciado por Luis G. León. En 1899 se representó en el Teatro Principal una zarzuela suya, Consuelo, con la que pretendía ensayarse en otro género literario y trabajar por al advenimiento de un arte racional. No insistió en estos propósitos.

Como todos los poetas finiseculares, amaba a París y pudo conocerlo en 1900. Fue enviado como corresponsal de El Mundo; pero, no obstante que Nervo cumplía eficazmente con su encargo y de que a los lectores les parecían muy bellas sus correspondencias –"de México me dicen que dicen que se ha desàrrollado mucho mi talento en París"-, pronto fue despedido en forma inopinada por el gerente de la empresa. Y volvió a encontrarse con la pobreza, pero también se encontró con el amor; con el grande amor "para toda la vida"; es decir, con Ana Cecilia Luisa Dailliez, la dulce mujer que fue su compañera durante más de diez años- "encontrada en el camino de la vida el 31 de agosto de 1901. Perdida (¿para siempre?), el 7 de enero de 1912"- y cuya muerte le causó "la amputación más dolorosa de sí mismo". Fruto de este dolor fue un libro de versos muy leído: La Amada Inmóvil.

En París conoció a Verlaine, a Moreas, a Wilde, etc., y fue amigo de los escritores y poetas hispanoamericanos que residían o pasaban por aquella Lutecia que tanto encandiló a la generación de los modernistas. Allí selló su amistad con Rubén Darío; amistad sin quebrantos ni recelos, excepcional entre los grandes artistas y justamente calificadade ejemplar. En París publicó la versión francesa de El Bachiller -con el título de Orígene- y una obra poética, Poemas, que había de extender su celebridad en los países de habla española. Uno de estos poemas, La Hermana Agua, cuenta entre sus mayores aciertos.Ya de regreso en México (1902), publicó su bello libro de prosa y verso llamado El Exodo y Las Flores del Camino y colaboró asiduamente en la Revista Moderna, compartiendo después su dirección con Jesús E. Valenzuela. En el mismo año publicó Lira Heroica. Merced a los sufragios del grupo modernista, en 1903 alcanzó el triunfo de primacía entre los poetas mexicanos. De 1902 a 1905 trabajó nuevamente en El Mundo, El Imparcial y El Mundo Ilustrado. 

Sacó a luz otro libro de versos: Los Jardines Interiores, que es el mismo que había comenzado a preparar con el título de Savia Enferma. En esa misma época obtuvo, por oposición, el cargo de profesor de lengua castellana en la Escuela Nacional Preparatoria. En 1905 ingresó en el servicio diplomático con la categoría de segundo secretario adscrito a la Legación de México en Madrid. De allá enviaba sus correspondencias a su periódico, El Mando, y a la vez escribía  jugosos informes sobre lengua y literatura para el Boletín de la Secretaría de Instrucción Pública. Más tarde colaboró en periódicos de Buenos Aires y La Habana. En España escribió muchos de sus mejores  libros, entre los cuales descuellan En Voz Baja, Juana de Asbaje, Serenidad, La Amada Inmóvil, Elevación y Plenitud.

En I9I4, con motivo de los sucesos políticos de nuestro país, cesó en su cargo de primer secretario y volvió una vez más a su bien amada pobreza. El cariño que había sembrado inspiró a sus amigos españoles la idea de solicitar de las Cortes una pensión para el poeta; pero éste, con el decoro propio de su carácter, se apresuró a declinarla gentilmente. Más tarde fue restituido en su puesto por el Gobierno de México y, en I918, llamado para conferirle un nuevo cargo. Con credenciales de Ministro Plenipotenciario y Enviado Plenipotenciario ante los Gobiernos de Argentina y Uruguay, partió de México a principios de 1919. Fue recibido en ambos países con insólitas muestras de admiración y afecto.

Minado por sus males, tuvo fuerzas, sin embargo, para amar una vez más; en Buenos Aires encontró -dice Alfonso Méndez Plancarte- "su último amor humano, todo cándida limpidez y hecho por partes iguales de admiración, piedad y ternura". Murió en Montevideo el 24 de mayo de 1919. Su retorno a la patria y sus funerales constituyeron una verdadera apoteosis. Yacen sus restos en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Tópico muy repetido por Amado Nervo en sus diversas páginas autobiográficas, fue el de que carecía de historia. En 1895 escribía: "Semejante al rey del cuento de Juan de Dios Peza, soy un hombre a quien jamás le sucedió cosa alguna". En su breve autobiografía de 1906, insistía: "Mi vida ha sido muy poco interesante: como los pueblos felices y las mujeres honradas, yo no tengo historia", palabras que después puso en sílabas contadas: ¿Versos autobiográficos? Ahí están mis canciones, allí están mis poemas: yo, como las naciones venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo historia: nunca me ha sucedido nada.

No obstante la afirmación, en su vida se entretejieron armoniosamente los sucesos dignos de mención, ya adversos, ya venturosos. Escribió muchos libros; fue combatido, pero a la vez amado y ensalzado; fue afortunado capitán en las filas del movimiento literario más importante que ha tenido América. Por el camino de la sinceridad, de la sencillez y del trabajo silencioso, llegó a situaciones brillantes. Justo es lo que dijo en su momento de plenitud: Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!



Poemas y Poesías


VIEJO ESTRIBILLO

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh, Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo!
nada más Tú eres cierto, sé Tú mi último Dueño.
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...


EN PAZ 
Artifex vitae artifex sui

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida, 
porque nunca me diste ni esperanza fallida, 
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

Porque veo al final de mi rudo camino 
que yo fui el arquitecto de mi propio destino; 
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, 
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: 
cuando planté rosales coseché siempre rosas. 

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: 
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas; 
mas no me prometiste tan sólo noches buenas; 
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. 
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!



RÉQUIEM

¡Oh, Señor, Dios de los ejércitos,
eterno Padre, eterno Rey,
por este mundo que creaste
con la virtud de tu poder; 
porque dijiste: la luz sea,
y a tu palabra la luz fue;

porque coexistes con el Verbo,
porque contigo el Verbo es
desde los siglos de los siglos
y sin mañana y sin ayer,
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

¡Oh, Jesucristo, por el frío
de tu pesebre de Belén,
por tus angustias en el Huerto,
por el vinagre y por la hiel,
por las espinas y las varas
con que tus carnes desgarré,
y por la cruz en que borraste
todas las culpas de Israel;
Hijo del Hombre, desolado,
trágico Dios, tremendo Juez:
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

Divino Espíritu, Paráclito,
aspiración del gran Iavéh,
que unes al Padre con el Hijo,
y siendo El Uno sois los Tres;
por la paloma de alas níveas,
por la inviolada doncellez
de aquella Virgen que en su vientre
llevó al Mesías Emmanuel;
por las ardientes lenguas rojas
con que inspiraste ciencia y fe
a los discípulos amados
de Jesucristo, nuestro bien:
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!




¡Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina hacia más puro 
ambiente de amor y caridad.

¿Rencores? ¡De qué sirven! ¿Qué logran los rencores?
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores: 
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,

se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocado en flor de paz!



DEIDAD

Como duerme la chispa en el guijarro
y la estatua en el barro,
en ti duerme la divinidad.
Tan sólo en un dolor constante y fuerte
al choque, brota de la piedra inerte
el relámpago de la deidad.
No te quejes, por tanto, del destino,
pues lo que en tu interior hay de divino
sólo surge merced a él.
Soporta, si es posible, sonriendo,
la vida que el artista va esculpiendo,
el duro choque del cincel.

¿Qué importan para ti las horas malas,
si cada hora en tus nacientes alas
pone una pluma bella más?
Ya verás al cóndor en plena altura,
ya verás concluida la escultura,
ya verás, alma, ya verás...


UNO CON ÉL

Eres uno con Dios, porque le amas,
tu pequeñez ¡qué importa y tu miseria!;
eres uno con Dios, porque le amas.

Le buscaste en los libros,
le buscaste en los templos,
le buscaste en los astros,
y un día el corazón te dijo, trémulo:
"Aquí está", y desde entonces ya sois uno,
ya sois uno los dos, porque le amas.

No podrán separaros 
ni el placer de la vida
ni el dolor de la muerte.

En el placer has de mirar su rostro,
en el valor has de mirar su rostro,
en vida y muerte has de mirar su rostro.

"¡Dios!" dirás en los besos,
dirás "Dios" en los cantos,
dirás "Dios" en los ayes.

Y comprendiendo al fin que es ilusorio
todo pecado (como toda vida),
y que nada de 
Él, puede separarte,
uno con Dios te sentirás por siempre:
uno solo con Dios ¡porque le amas!


BRAHMA NO PIENSA...
Ego sum quo sum.

Brahma no piensa: pensar limita.
Brahma no es bueno ni malo, pues
las cualidades en su infinita
sustancia huelgan. Brahma es lo que es.

Brahma, en un éxtasis perenne, frío,
su propia esencia mirando está.
Si duerme, el Cosmos torna al vacío:
mas si despierta renacerá!



Tú que piensas que no creo
cuando argüimos los dos,
no imaginas mi deseo,
mi sed, mi hambre de Dios;

ni has escuchado mi grito
desesperante, que puebla
la entraña de la tiniebla
invocando al Infinito;
ni ves a mi pensamiento,
que empañado en producir
ideal, suele sufrir
torturas de alumbramiento.

Si mi espíritu infecundo
tu fertilidad tuviese,
forjado ya un cielo hubiese
para completar su mundo.

Pero di, qué esfuerzo cabe
en un alma sin bandera
que lleva por dondequiera
tu torturador ¡quién sabe!;

que vive ayuna de fe
y, con tenaz heroísmo,
va pidiendo a cada abismo
y a cada noche un ¿por qué?

De todas suertes, me escuda 
mi sed de investigación,
mi ansia de Dios, honda y muda;
y hay más amor en mi duda
que en tu tibia afirmación.




Por esa puerta huyo, diciendo: "¡Nunca!"
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita más aprisa, más aprisa
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.

¿Por cuanto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuando habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?

¡Oh, Señor!, ya la Pálida está alerta:
¡Oh, Señor!, ¡cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor!, ¡has que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
¡Por esa puerta ha de volver un día!




Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida
¡nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!

Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar conmigo a solas,
¡y aún me pasma el prodigio de las olas!

Cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.

Quiero ser inmortal con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama."

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